No seas un amante que se mantiene distante, fuera. Vuélvete el acto del amor y entra en la eternidad. Cuando estás amando a alguien, ¿estás ahí como amante? Si estás ahí, entonces estás en el tiempo y el amor es falso, fingido. Si aún estás ahí y puedes decir: «Yo soy», entonces podéis estar cerca físicamente, pero espiritualmente sois polos opuestos.
Mientras estés en el amor, tú no debes estar: sólo el amor, sólo el amando. Conviértete en el acto de amar. Mientras estés acariciando a tu amante o amado, vuélvete la caricia. Mientras estés besando, no seas el que besa o el que es besado: sé el beso. Olvídate completamente del ego, disuélvelo en ese acto. Entra en ese acto tan profundamente que ya no exista el actor. Y si no puedes entrar en el amor, es difícil que entres en comer o caminar: muy difícil, porque el amor es el método más fácil para disolver el ego. Por eso, los que son egoístas no pueden amar. Puede que hablen de ello, pueden que canten sobre ello, puede que escriban sobre ello, pero no pueden amar. ¡El ego no puede amar!
Shiva dice: «conviértete en el acto de amar». Cuando estés en el abrazo, vuélvete el abrazo, vuélvete el beso. Olvídate de ti mismo tan totalmente que puedas decir: «Ya no existo. Sólo existe el amor.» Entonces el corazón no está latiendo, sino que está latiendo el amor. Entonces la sangre no está circulando, sino que está circulando el amor. Y los ojos no están viendo, sino que está viendo el amor. Entonces las manos no se están moviendo, sino que se está moviendo el amor para tocar.
Vuélvete el amor y entra en la vida eterna. El amor cambia tu dimensión súbitamente. Eres arrojado fuera del tiempo y estás ante la eternidad. El amor se puede volver una meditación profunda; la más profunda posible. A veces, los amantes han conocido lo que los santos no han conocido. Y los amantes han tocado ese centro que muchos yoguis no han encontrado. Pero será sólo un vislumbre a no ser que transformes tu amor en meditación. Tantra significa esto: la transformación del amor en meditación. Y ahora puedes comprender por qué el tantra habla tanto del amor y del sexo. ¿Por qué? Porque el amor es la puerta natural más fácil por la que puedes trascender este mundo, esta dimensión horizontal.
Mira a Shiva con su consorte, Devi. ¡Míralos! No parecen ser dos: son uno. La unidad es tan profunda que incluso ha entrado en los símbolos. Todos hemos visto el shivalinga. Es un símbolo fálico -el órgano sexual de Shiva-, pero no está sólo, se asienta en la vagina de Devi. Los hindúes de antaño eran muy atrevidos. Ahora, cuando ves un shivalinga nunca recuerdas que es un símbolo fálico. Lo hemos olvidado; hemos tratado de olvidarlo completamente.
Para Shiva, el amor es la gran puerta de entrada. Y para él, el sexo no es algo que deba ser condenado.
Para él, el sexo es la semilla, y el amor, su florecimiento, y si condenas la semilla, condenas la flor. El sexo puede convertirse en amor. Si nunca se convierte en amor, entonces está malogrado. Condena el fracaso, no el sexo. El amor debe florecer, el sexo debe convertirse en amor. Si no se está convirtiendo, no es culpa del sexo, sino tuya.
El sexo no debe quedar en sexo; ésa es la enseñanza del tantra. Debe ser transformado en amor. Y el amor no debe quedar en amor. Debe ser transformado en luz, en experiencia meditativa, en la última, la suprema cima mística. ¿Cómo transformar el amor? Sé el acto y olvídate del actor. Mientras estés amando, sé amor: simplemente amor. Entonces no es tu amor o mi amor o el amor de alguna otra persona; es simplemente amor. Cuando tú no estás, cuando estás en manos de la fuente o la corriente suprema, cuando estás enamorado, no eres tú quien está enamorado. Cuando el amor te ha absorbido, tú has desaparecido; te has convertido en una energía que fluye.
D. H. Lawrence, una de las mentes más creativas de estos tiempos, era, a sabiendas o sin saberlo, un adepto del tantra. Fue condenado completa-mente en Occidente, sus libros fueron prohibidos. Hubo muchos casos en los tribunales sólo porque había dicho: «La energía del sexo es la única energía, y si la condenas y la reprimes vas en contra del universo. Entonces nunca serás capaz de conocer el florecimiento más elevado de esta energía. Y cuando es reprimida se vuelve fea: éste es el círculo vicioso.»
Los sacerdotes, los moralistas, las denominadas personas religiosas -los Papas, los shankaracharyas y otros- siguen condenando el sexo. Dicen que es una cosa fea. Y cuando lo reprimes, se vuelve feo. Así que dicen: «¡Mira! Lo que decíamos es verdad. Tú lo demuestras. ¡Mira! Lo que estás haciendo es feo y tú sabes que es feo.»
Pero no es el sexo lo que es feo; son estos sacerdotes los que lo han hecho feo. Una vez que lo han hecho feo, se demuestra que tienen razón. Y cuando se demuestra que tienen razón, tú sigues haciéndolo más y más feo.
El sexo es una energía inocente: la vida que fluye en ti, la existencia que está viva en ti. ¡No lo malogres! Deja que ascienda a las alturas. Es decir, el sexo debe convertirse en amor. ¿Cuál es la diferencia? Cuando tu mente es sexual, estás explotando al otro; el otro es sólo un instrumento para usar y tirar. Cuando el sexo se vuelve amor, el otro no es un instrumento, el otro no tiene que ser explotado; el otro no es realmente el otro. Cuando amas, no es algo egocéntrico. Más bien, el otro se vuelve significativo, único.
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